El 11 de octubre de 1492 fue el último día LIBRE de los pueblos de nuestro continente; ya que al día siguiente, 12 de octubre, se inició la Invasión del Señorío Feudal Europeo al continente que denominarían, América.

La ocupación violenta de los territorios, lo hicieron invocando un derecho de Dominio divino otorgado por el Papa Alejandro VI a «los reyes de Castilla y Aragón”, sobre «cada una de las tierras e islas ya citadas, así las desconocidas como las hasta ahora descubiertas por vuestros enviados y las que se descubran en adelante, que bajo el dominio de otros señores cristianos no estén constituidas en el tiempo presente» (Bula papal).

 Esta identidad cultural de la dominación de la élite señorial europea, de conquista y colonización de nuestro continente por la autodenominada “civilización occidental y cristiana”, fue realizada con la “espada y la cruz”.

Por ello, los movimientos populares de Nuestra América, conmemoramos el 11 de octubre, día de los Pueblos Libres; y, el 12 de octubre, día de lucha contra la violencia genocida, por la Libertad de los pueblos sometidos a la colonización. Más aún, que las políticas de la Dominación continúan y se expresan en ofensiva con el neoliberalismo colonialista. Tanto en las acciones de conquista con el poder de las Armas y del Dinero; como en la colonización cultural basada en la manipulación de la información y el conocimiento de la comunicación y la Educación.

Considerando la Cultura como el modo de vivir; definida por la relación, con una o uno mismo, con las y los otros en comunidad, con la naturaleza y con lo sobre natural. Podemos sostener dos cuestiones fundamentales; una, que estas relaciones se fortalecen con la comunicación, sin comunicación no existe actividad cultural. Y la otra, es que, la relación de la libertad con la madre naturaleza es y será inseparable.

De la misma manera, es necesario entender que, dominación viene del latín clásico dominium, que significa, tanto “propiedad” como capacidad de hacer uso libérrimo de esa propiedad, esto incluye a las personas esclavizadas. Por ello, la dominación del señorío conlleva la resistencia de los sometidos, principalmente a la explotación del trabajo esclavo.

Esta disputa cultural lejos de resolverse en Nuestra América, se agrava por la crisis sistémica de carácter civilizatorio, profundizada en estos tiempos de pandemia. Nuestro continente es el escenario más definido de esta disputa cultural; ya que, aquí subsisten las identidades de los dos sujetos políticos sociales en disputa. La acción de la clase dominante, de la civilización occidental en crisis, continúa con su violencia genocida. Y la lucha popular por la liberación se expresa en la permanente unidad de los pueblos, tanto para la resistencia como para sus propias construcciones culturales.

La consigna de UNIDOS o DOMINADOS marcan el desafío de la lucha. Donde la unidad del movimiento, en acción y organización, es imprescindible. Identificar a la clase dominante y denunciar sus violaciones de Derechos Humanos son necesarios. Pero, para terminar con la DOMINACIÓN requiere militar la unidad, tanto para la resistencia, como para la organización de comunidades libres. En este camino de LIBERACIÓN, no puede haber confusión de identidad de los sujetos sociales, populares.

Estamos, en este tiempo, ante una profunda crisis moral ética, que tampoco es nueva, ya que forma parte de la cultura dominante. Que históricamente, utilizó la manipulación de la información y del pensamiento, buscando el quiebre moral de la resistencia. El proceso histórico de la conquista fue posible con el logro de la “conversión cultural” de referentes de los pueblos sometidos al cipayismo. Que, más allá de la conducta mercenaria del cipayismo, el objetivo es convertir la moral de las personas esclavizadas a la cultura del servilismo: donde el objetivo ya no es liberarse del amo, sino parecerse, hasta ser como el amo.

Aquellos dirigentes del “campo popular” que disputan la hegemonía del dominio de sus organizaciones y dividen permanentemente sus fuerzas, se han convertido a la cultura dominante; y, terminan siendo, más que funcionales, serviles del sistema de dominación.

La centralidad de la disputa cultural, es la LIBERTAD. Desde el liberalismo, se sostiene la libertad de dominio sin límites; allí, tenemos a los grotescos “libertarios” de hoy, que agitan con violencia fascista la “libertad suprema para dominar”.

Desde los movimientos sociales luchamos por la liberación de los pueblos, sosteniendo el derecho a la libertad universal, de toda la ciudadanía popular. Es falsa la posición de la élite dominante de que la ciudadanía popular estamos en contra de la propiedad privada; de lo que estamos en contra es del dominio privado; por el contrario, la libertad universal es que toda la ciudadanía tiene derecho a su privacidad, a su hogar, a su vivienda digna. Además, del incuestionable goce de la propiedad pública y de los bienes naturales que son patrimonio del pueblo.

En nuestra historia, tenemos testimonio de la violencia de la dominación conquistadora, de un ejército cipayo argentino, conducido por Bartolomé Mitre, al servicio de la destrucción del pueblo libre paraguayo, en la guerra de la triple infamia. Contrario a nuestra orgullosa identidad del ejército libertador latinoamericano conducido por el General José de San Martín; y, de las fuerzas libres guaraníes, conducido por el General Andrés Guacurarí Artigas.

No es casual que, ambos revolucionarios democráticos, de la liberación y protección de nuestros pueblos, hayan nacido en el mismo año (1780) y en el territorio del Departamento de Yapeyú, de los pueblos guaraníes de la ex Misiones jesuíticas. San Martín en Yapeyú y Andresito en Santo Tomé, se alimentaron y crecieron en la cultura guaraní, de la única experiencia de un Acuerdo político cultural entre un pueblo originario y una monarquía de la “civilización occidental y cristiano” en tiempos de la colonización. Experiencia democrática de las comunidades organizadas de los guaraníes, que fueron la base del proyecto constituyente de la Liga de los Pueblos Libres liderado por José Gervasio Artigas.

Son ellos, en este tiempo, los que nos convocan a asumir la responsabilidad histórica de realizar el sueño de una Patria Grande de pueblos libres, por el cual dieron su vida, miles de sanmartines, juanas y andresitos.

Nos exigen levantar las banderas de MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA, asumiendo la recuperación ética de la política, porque “solo la verdad nos hará Libres”.

Este es momento de liberación, movilizándonos hacia la realización de estos objetivos de la Justicia Social, para que no haya “ningún hogar pobre en nuestro país”. Tenemos que restituir la ética política desde nosotros, superando las mediocres disputas internas de hegemonía, rompiendo con los egoísmos del sistema que todo lo fractura, haciendo todo divisible por dos. Es indispensable que todas y todos los sectores populares, democráticos, nos unifiquemos en el movimiento de liberación, haciendo realidad el ejercicio soberano de los pueblos, para su buen vivir.

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